El uso de inteligencia artificial (IA) está marcando un antes y un después en la forma en que los estudiantes con discapacidades acceden al aprendizaje. Más allá de ser un simple recurso tecnológico, la IA está transformando las limitaciones en oportunidades, ayudando a estos estudiantes a superar barreras que antes parecían insuperables.
Makenzie Gilkison, una adolescente de 14 años con dislexia, es un ejemplo de cómo estas herramientas pueden cambiar vidas. Antes de contar con un chatbot personalizado y programas de predicción de palabras impulsados por IA, Makenzie enfrentaba grandes dificultades para leer y escribir, llegando a cuestionar su propia inteligencia. Sin embargo, gracias a la tecnología de asistencia, no solo ha conseguido mantenerse al nivel de sus compañeros de clase, sino que también fue nombrada miembro de la Sociedad Nacional de Honor Juvenil. Según ella misma afirma, «probablemente me habría dado por vencida si no los tuviera».
Esta historia pone de relieve un aspecto crucial: la IA no es únicamente una herramienta, sino un habilitador. Para estudiantes con dislexia, discapacidades visuales, del habla, del lenguaje o auditivas, la IA ofrece soluciones concretas que facilitan la realización de tareas que de otra manera serían extremadamente desafiantes. Y lo más importante, contribuye a mejorar su autoestima, su rendimiento académico y su calidad de vida.
Aunque todavía hay mucho camino por recorrer, la experiencia de Makenzie demuestra que invertir en IA aplicada a la educación inclusiva es un paso esencial hacia una sociedad más equitativa y accesible. A medida que las escuelas y los educadores adoptan estas tecnologías, el impacto positivo se multiplica, empoderando a los estudiantes con discapacidades para que alcancen su máximo potencial.
Esteban Holgado Tomé